El Poopó, lago de agua salada, ubicado en un altiplano en el departamento de Oruro, que colinda con Chile, tenía una extensión de 2.337 kilómetros cuadrados. Pero ahora ha quedado reducido a tres humedales, “charcos” de menos de un kilómetro cuadrados y escasos 30 centímetros de profundidad. El Poopó, fue fuente de vida para los habitantes locales, que pescaban en sus abundantes aguas saladas y cultivaban a lo largo de sus orillas. Ahora parece un desierto. La catástrofe se venía anunciando desde hace años y tiene un fuerte impacto ecológico, económico, social y político.
La cuenca del Poopó había sido declarada en 2002 como un ecosistema de importancia internacional donde el agua es el principal factor que controla el ambiente, así como la vegetación y la fauna, incluyéndolo en la lista de zonas protegidas por la Convención de Ramsar (de humedales de importancia internacional) en reconocimiento de la variedad única de peces y aves acuáticas que se concentran en esta zona situada a más de 3.500 metros sobre el nivel del mar. Entonces, ¿Cuáles fueron las causas de su desaparición?
Las razones son complejas, pues van desde los efectos climatológicos y los malos manejos de los recursos acuíferos hasta la actividad humana, la contaminación y la falta de atención a un desastre que se veía venir.
Perdidas ambientales y humanas
Según expertos en conservación, unas 200 especies de aves, peces, mamíferos, reptiles, además de gran variedad de plantas, desaparecieron con la sequía del Poopó. El ornitólogo Carlos Capriles explicó al diario La Razón, que entre las aves que se vieron forzadas a abandonar el lugar había tres especies de flamencos en peligro de extinción. «Al no existir el Poopó, su hábitat se reduce y aumenta el peligro de desaparecer» dijo Capriles. El experto explicó que el lago era un punto de descanso de aves migratorias que se trasladaban de norte a sur. «Hablamos de que unas 200 especies perecieron o se fueron a otras áreas».
Otros activistas ambientales añaden que numerosos mamíferos, reptiles y anfibios quedaron sin hábitat y alimento con la transformación del lago en un desierto. Pero la peor parte se la llevaron los peces, pues no pudieron migrar como los otros animales y murieron en el lugar. El Ministerio de Medio Ambiente y Agua confirmó la pérdida de una gran cantidad de especies únicas.
El desastre también tiene un costo humano. La sequía también está expulsando a las comunidades que alguna vez vivieron en sus orillas, afirmó Benedicta Uguera, una mujer indígena de Untavi, que una vez crió ganado en una isla del lago. “Las familias decidimos salir de la isla porque no podemos sobrevivir sin agua, y ya no hay vida”, dijo. Unas 350 familias, en su mayoría pesqueros del lago, se han visto afectadas. Con su forzado desplazamiento también se va la cultura de una comunidad que habitaba el propio lago Poopó con una economía lacustre de subsistencia.
La sequía del lago Poopó implica la destrucción de todo un ecosistema, la pérdida de centenares de especies de fauna y flora, la desaparición de culturas por el éxodo de las comunidades que subsistían del lago y la falta de acciones efectivas para enfrentar la sequía. Es hora de empezar a tomar conciencia si no queremos que lagos como el Uru Uru o el lago Titicaca corran con la misma suerte que el lago Poopó.
Bajo mi Sombrero Verde